POEMA DESDE EL DESTIERRO
Que desasosiego os moviliza, os mueve
furiosos
No buscando una hermita.
Que pasará cuando el juez supremo, os
pida cuentas,
Con rigurosidad, con transparencia.
Quedará todo diáfano en su presencia,
Vuestros insultos, vuestras tormentas,
El miedo, con que acechabais las almas de
unas niñas
Sabed, que no subiréis la escalera de los
justos…
Permitisteis el llanto de unas niñas
menores de edad
Por vuestra soberbia, por vuestra
vanidad,
Por un cobarde e indebido orgullo,
Cerrasteis de un plomazo su sueño sereno
y confiado
Un sueño de cantos y miradas, a las nubes
al cielo y al mar
Y a otros sus propios mundos.
Un sueño de entrega y sacrificio…, pero
por encima de todo
Un sueño de compañerismo y de verdadera
amistad.
Pero en el mar de vuestras conciencias,
no navegan las palabras,
La rectificación de un ápice o
simplemente el hablar….,
Solo la autoridad…..,mal comprendida,
Solo corazas de hierro, escudos y yelmos,
Propios de otras épocas y de otro
lugar..,
Por eso no movisteis un acento, no
buscasteis una solución o un intento de arreglar.
Incapaces como sois de saber entender la
verdad
Y vuestros ojos inyectados de ira, solo
sabían ladrar
En ese mar de desatinos, en que soléis a
navegar
Acaso algún día oiréis el coro infernal…,
Con sonidos estridentes, trompetas y
clarinetes
Que os harán rechinar los dientes…
Quizás nunca lo sabréis, lo que es pasear
relajado, mirando al mar,
Sentir el ruido de las olas, la brisa
marina, la variedad cromática del otoño
Quizás nunca lo sabréis, cerrados a
vuestros impulsos propios del sistema límbico.
No sabréis lo que es sentir amor, sentir
deseo, la atracción vital del firmamento,
Y del propio cielo.
Aquello que sentimos los humanos, cuando
podemos mirarnos a la cara
Sintiéndonos libres, sin las amenazas de
vuestros supuestos fueros,
Expresando libremente nuestras emociones,
lo que sentimos,
Pudiendo así compartir las experiencias,
de los caminos en la vida recorridos
Con las huellas de nuestros pies y
nuestras manos.
Pudiendo así hablar de los aires
respirados
Con nuestras miradas limpias y cercanas,
propias de los hombres de bien,
Y en sus luces iluminadas, mostrar sin
miedo sus mundos
Y hasta las voces calladas…
Hoy contemplo el río tranquilo, la luz de
la mañana, las hojas caídas de este otoño,
Me siento comprendido por el idioma de
los bosques,
Lejos ya de vuestras sordas voces
imperiosas, de vuestras curiosas amenazas,
Camino hacia una fuente que siempre me
daba agua,
Quizás la destruisteis, pero la fuente
sonaba y manaba,
Y el agua que ya no corría, seguía
dándome agua….
Rafa Loureiro